Una inyección podría costar entre 2,5 y 3,75 dólares, algo que haría este remedio contra la pandemia en desarrollo bastante asequible incluso para los países pobres.

La vacuna desarrollada en el Colegio Imperial de Londres en respuesta a la pandemia de coronavirus tiene bastante diferencia con las que ofrecen otros centros de investigación, señaló la semana pasada el autor del método que ha permitido obtenerla, el profesor Robin Shattock.

Se trata de una fuente de inmunidad contra el SARS-CoV-2 aún sometida a las primeras pruebas en voluntarios, pero el investigador habla ya de su posible uso para prevenir futuras pandemias. Concretamente, podría ser reutilizada la tecnología, que no se enfoca en el cultivo del virus o de una proteína, sino en un proceso sintético.

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El laboratorio de Shattock aprovechó algunas cadenas sintéticas del código genético del virus (su ácido ribonucleico, ARN) para vacunar a personas sanas por inyección intramuscular. Una vez inyectado, el fragmento del ARN se ‘autoamplifica’ en el cuerpo (de un modo similar que se replica el virus, generando copias de sí mismo) y estimula que las células del organismo produzcan copias de cierta proteína que a su vez estimulará la respuesta al patógeno.

Este enfoque entrena al sistema inmunitario para que conteste al coronavirus y el cuerpo lo reconozca fácilmente y se defienda en el futuro, asegura el autor principal. También Shattock destaca ventajas como la capacidad de producir millones de dosis de la vacuna en cuestión de semanas y su bajo costo: entre 2,5 y 3,75 dólares estadounidenses, según precisó en declaraciones al diario The Guardian.

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Los estudios con animales de laboratorio han demostrado que esta inyección es segura e induce buenas respuestas inmunológicas. Para el mes de agosto próximo, el centro clínico del Colegio Imperial tiene programado probarla en 300 voluntarios, dos dosis a cada uno, y luego extenderá el experimento a aproximadamente 6.000 personas.

Shattock admite que no le queda claro «qué nivel de inmunidad será necesario para prevenir la infección» en cada caso. Si es suficiente una pequeña dosis, «la mayoría de las vacunas en desarrollo probablemente funcionarán», algo que sería «fantástico para el mundo». A cambio, si es necesario un alto nivel de respuesta inmunitaria, «entonces algunas vacunas tendrán más éxito que otras«.

El investigador se ocupó del SARS-CoV-2 en medio de su trabajo para una vacuna contra el ébola, cuando el virus comenzó a expandirse por China. En ambos casos la tecnología es la misma y él considera posible adaptarla para permitir a los científicos responder más rápido a futuras pandemias.

Pero de momento el objetivo de Shattock es que su vacuna esté disponible para los miles de millones de personas del planeta por pequeño que sea el PIB de su país.

El 23 de junio el sitio web UK Research and Innovation reportó que el primer voluntario había recibido la vacuna desarrollada por el Colegio Imperial de Londres. Detalló también que el Gobierno británico había subvencionado el proyecto con más de 51 millones de dólares, y cerca de 6,3 millones de dólares habían sido donados por varios filántropos. 

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