Son muchos los desafíos a los que se enfrenta el coche eléctrico, pero si hay uno especialmente destacable, ese es sin duda el sobrepeso. En las últimas semanas estamos descubriendo grandes avances en los motores eléctricos, consiguiendo elevadas potencias para pesos ridículos. Sin embargo estas mejoras quedan en nada cuando descubrimos que para mover muy rápido a un eléctrico necesitamos grandes baterías, con su correspondiente gran potencia, gran peso y gran consumo. Así, el hándicap del coche eléctrico era y sigue siendo la densidad energética.
En un coche con motor térmico la potencia de su motor no la determina la capacidad de su depósito, en un eléctrico sí
Tal y como adelántabamos en el primer párrafo, en las últimas semanas hemos descubierto grandes avances en los motores eléctricos gracias a unas densidades de potencia muy elevadas. Por un lado nos encontrábamos el proyecto de Yamaha, y por otro el proyecto Ampere, prometiendo en ambos casos potencias cercanas a los 300 CV para pesos de menos de 20 o incluso 10 Kg. Sí, hablamos de avances importantes, sobre todo en términos de packaging, pues gracias a estos diseños se puede simplificar y abaratar mucho un tren de propulsión eléctrica.
Pero la realidad nos sigue demostrando que estos avances sirven de poco sin las baterías adecuadas, porque para que un motor eléctrico sea capaz de suministrar 300 CV de potencia, debe contar con una batería con esa potencia de suministro. Se trata de una regla que debemos tener siempre muy en cuenta, y es que la potencia del motor eléctrico está siempre condicionada por la batería, disminuyendo esa potencia máxima conforme la batería consuma su energía y se degrade. A ello además debemos añadir las mermas resultantes de la transformación energética y las pérdidas por temperatura, impactando de forma negativa en la potencia final desarrollada del motor o motores eléctricos.
Dicho esto debemos tener claro que un coche eléctrico desarrolla su potencia máxima con la batería totalmente cargada, a partir de ahí perderemos potencia conforme tengamos menos energía almacenada y conforme la temperatura del acumulador no sea la óptima (por exceso de temperatura, tanto baja como alta). Sabiendo esto, es fácil llegar a otra conclusión, y es que para desarrollar potencias elevadas en un coche eléctrico, siempre nos encontramos el problema del círculo vicioso del consumo, y es que si queremos varios centenares de caballos bajo nuestro pie derecho, necesitamos una batería de gran capacidad capaz de suministrar la energía que necesitamos. Esto se traduce en la instalación de un acumulador de gran capacidad, pero al mismo tiempo de elevado peso, lo que impacta en la masa total del vehículo con su correspondiente influencia en el consumo, y por ende en la autonomía. Con una autonomía reduciéndose diríamos de añadir más capacidad de batería, pues no, error, porque esta escalada nos llevaría a una masa y consumos aún más desproporcionados.
Con la actual tecnología de baterías, desplazarnos en enormes y pesados coches eléctricos es de todo, menos eficiente
Conseguir un equilibrio entre potencia, peso y autonomía es el verdadero quebradero de cabeza de los fabricantes al diseñar un coche eléctrico a baterías, y todo por culpa de la baja densidad energética de los acumuladores, y eso que éstos han mejorado de forma sensible en los últimos años. La reciente llegada de grandes y potentes SUV eléctricos al mercado, ha puesto de manifiesto los problemas de apostar por el coche eléctrico en este sentido, encontrando autonomías muy ajustadas para enormes baterías y prestaciones. Justificar los costes de la tecnología y seguir las tendencias del mercado hacen que la industria apueste por este tipo de coches, sin embargo distan mucho de ser las mejores opciones para adquirir un eléctrico con las posibilidades que brinda la tecnología hoy.
Los problemas de autonomía de un coche eléctrico no se solucionan con baterías más grandes, sino con baterías capaces de ofrecer más energía por unidad de masa
Si echamos un ojo al mercado, la mejoría más notable – e interesante – la estamos conociendo precísamente en los coches urbanos y compactos, coches donde la última generación de baterías sí que está consiguiendo ofrecer grandes autonomías sin disparar en exceso el peso, lo que redunda en una mayor eficiencia. El Renault ZOE 2020, el SEAT Mii electric, el Nisan Leaf e+ o el Volkswagen ID.3 son claros ejemplos de esta evolución y mejoría, aunque aún hay bastante camino por recorrer para conseguir igualar el peso entre coches eléctricos y motores de combustión interna.