Por lo regular damos importancia y nos ocupamos diariamente de nuestro aseo personal y el de nuestros hijos e hijas. Bañarse, lavarse los dientes, ordenar la habitación, ya forma parte de los hábitos que inculcamos a los niños y jóvenes de la casa. Sin embargo, no le damos la misma importancia a la higiene emocional.
Las tensiones emocionales, mentales que vamos acumulando hasta el agotamiento pueden salir de dos maneras, o hacia fuera provocando daño a otros o hacia adentro provocándonos daño a nosotras mismas. Aunque se trate de un territorio nada concreto o visible, no quiere decir que no tengan la misma y hasta mayor importancia que el cuidado y la higiene física. Dedicar tiempo y atención a la higiene emocional y mental, es fundamental para nuestro bienestar y el de la familia.
Un madre nunca debería estar sola
En el caso concreto del ejercicio de la maternidad, las mujeres nos encontramos con frecuencia sin ayuda ante una tarea agotadora, no solo física pero también emocional y mental. Sabemos lo demandante que supone atender niños pequeños. Al margen de nuestra disposición emocional, mayor o menor, los niños necesitan mucha presencia, inversión de esfuerzo, tiempo y energía de sus cuidadores.
Para criar a un niño hace falta la tribu entera, reza sabiamente un dicho Africano. Sin embargo la forma en que nos hemos organizado en la civilización occidental moderna, se aleja considerablemente de nuestro necesidades como especie cuyo desarrollo y bienestar dependen de la ayuda mutua y la cooperación del grupo, sociedad, tribu, red de apoyo. En el mejor de los casos vivimos en hogares nucleares aislados donde mamá y papá – cuando no mamá sola- se hace cargo de la crianza. Hemos perdido la tribu conformada por la familia extensa (abuelos, tíos, vecinos, amigos…) que coparticipaba en el cuidado de la manada de niños, una tarea que se hace más leve, sostenible y saludable con la participación amorosa y altruista de una red sostenedora.
El agotamiento físico y mental de las madres son factores de riesgo para el vínculo y el cuidado adecuado de los hijos. Un ambiente de crianza saludable que favorezca el desarrollo de los niños comienza por atender el bienestar de las madres. Por tanto el autocuidado de las madres reviste una gran importancia no solo personal sino social.
La higiene emocional debe asumirse como un compromiso e incorporarse como un hábito (al igual que higienizamos el cuerpo o la casa) para mantenernos descargados de tensiones que se van acumulando hasta hacernos estallar. Podemos visualizarlo mejor, con el símil de un vaso que se va llenado gota a gota y que si no vaciamos a diario, se rebaza.
Es importante tomar en cuenta:
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Actuar preventivamente. No esperar hasta llegar al borde del colapso por cansancio físico o mental para pedir ayuda. Es necesario tomar consciencia sobre la importancia de identificar nuestras emociones, nuestro cansancio, nuestra capacidad o dificultad para pedir ayuda. Este trabajo personal es fundamental para poder registrar la causa de nuestro autodescuido y decidir conscientemente lo que haremos para establecer acciones resolutivas a favor de nuestro autocuidado. Las madres merecemos descansar, autorregularnos emocional y físicamente de forma habitual sin tener que llegar al colapso o agotamiento para que la ayuda que necesitamos para cuidarnos sea validada.
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El hecho de que ambas sucedan en casa, no significa que las labores de crianza y las labores domésticas sean la misma cosa. Criar hijos no es lo mismo que limpiar, cocinar, lavar la ropa… Por tanto, que una madre se encargue también de la casa cuando necesita principalmente volcarse casi por entero a la crianza -sobre todo de niños pequeños muy dependientes de sus cuidados- comporta un factor de agotamiento perfectamente evitable. Otros miembros de la familia pueden encargarse de las labores domésticas para que las madres puedan dormir, descansar, ocuparse de su propia autorregulación emocional.
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Recursos puntuales como llamar a una amiga para conversar, tomar una ducha, buscar ayuda dejando a los peques al cuidado de un familiar o persona en la que los niños confíen y con la que se queden tranquilos durante espacios ajustados a sus períodos de necesidades de contacto con mamá, para salir a caminar, correr, hacer ejercicio, recibir un masaje, ir a la peluquería, etc., es imprescindible para restituir el equilibrio. Sabemos que cuando se trata de atender niños pequeños, es poco el tiempo disponible, pero siempre podremos, con ayuda de la pareja, amigos, familia, tomar un tiempo razonable (aunque sea media hora o quince minutos al día) para el autocuidado.
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Permite que la música te acompañe el mayor tiempo posible. Elije temas que te produzcan placer y bienestar.
También podemos recurrir a estrategias de autorregulación emocional cuando sintamos que estamos a punto de perder el control. Justo en esos momentos, si nos hacemos consciente de nuestra emoción y la aceptamos, podemos encauzar la reacción hacia otro objetivo evitando así hacernos daño o violentarnos con los niños a nuestro cargo.
Algunos ejercicios catárticos recomendados:
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Cuando sientas tensión, de tanto en tanto haz una exclamación sonora acompañada de una exhalación profunda y prolongada. Repite el ejercicio varias veces al día.
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Haz gestos exagerados estirando y contrayendo músculos del rostro. Si puedes obsérvate en el espejo, ríete de ti misma.
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Cuando los pensamientos aturden y causan tensión, cierra los ojos y emite en voz alta durante diez minutos balbuceos y sonidos sin sentido, habla un idioma que no conozcas, acompaña el ejercicio permitiendo el movimiento libre y espontáneo de todo tu cuerpo.
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Para sacudir la tensión acumulada en el cuerpo, párate con los pies arraigados en el piso separados a la misma distancia de los hombros, rodillas flexionadas, cadera, cuello y brazos sueltos, sacude todo tu cuerpo durante diez minutos sin levantar los pies del suelo pero con todo tu cuerpo batiéndose enérgicamente, al terminar cierra los ojos, respira y siente el alivio de la descarga. Sigue respirando.
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Toma un cojín o un saco de boxeo, golpéalo y descarga todos los impulsos agresivos del cuerpo y las tensiones de la mente en un lugar seguro, sin reprimirte, sin dañarte ni dañar a otros. Llora y grita en ese momento si necesitas hacerlo. Luego cierra los ojos y respira conscientemente.
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Baila con los ojos cerrados lo que te provoque y de la manera como te provoque, permitiendo que tu cuerpo se exprese espontanea y libremente, sin coreografías, sin cuidar que te vean bien o mal. Observa tu respiración, tus emociones y sensaciones, permítete expresarlas libremente. Hazlo durante diez, veinte, treinta minutos, el tiempo que puedas.
No hablamos de un tema menor. La autorregulación de las madres favorece el estado de salud y bienestar adecuado para nosotras mismas así como para atender a nuestros pequeños desde la calma y la conexión de calidad.
Nadie quedará exento. El resultado de la labor de crianza de las madres afectará tarde o temprano por igual a la sociedad entera. Todos, seamos o no progenitores, estamos llamados a apoyar una crianza amorosa. No debemos dejar a las madres solas.
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Berna Iskandar
@conocemimundo