Cuando escuchamos el nombre Lamborghini, es imposible no pensar en una de las marcas con mayor renombre alrededor del mundo, encargada de producir algunos de los superdeportivos más exclusivos de todo el mundo, pero dentro de esa gran historia pocos saben que durante los 90, en una de las épocas más aciagas para la firma de Sant´Agata Bolognese, vendieron sus derechos de fabricación a un empresario mexicano quien fabricó el Lamborghini Coatl.
La historia comienza en 1994, justo cuatro años antes de que Lamborghini se vendiera a Chrysler, debido a los problemas económicos por los que atravesaba. Sin embargo, aún bajo la tutela de la marca norteamericana, la firma del toro bravío no logró tener números saludables, más allá de la buena aceptación que había tenido el nuevo Lamborghini Diablo, que no alcanzaba a cumplir las expectativas en ventas.
Dentro de la enorme crisis económica que enfrentaba Chrysler, en gran parte provocada por las pésimas ventas de Lamborghini, Lee Iacocca comenzó a buscar incansablemente formas de exprimir dinero a su fallida adquisición, fue así como llegó a contactar con el empresario mexicano Jorge Antonio Fernández García, mejor conocido en el mundo automotriz como Joan Ferci, quien compró los derechos para la marca en Latinoamérica, con lo que podía producir lápices, perfumes, ropa, y cualquier producto con la licencia oficial de la marca, incluyendo, desde luego, autos.
Es así como Ferci creó lo que él creía sería un verdadero bombazo en la industria automotriz, el Lamborghini Coatl, una versión modificada del Diablo que portaba una carrocería muy llamativa y opciones de personalización muy atractivos y lo mejor de todo es que era un producto oficial Lamborghini.
La carrocería contaba con un trabajo de pintura de 14 capas aplicado mediante un proceso artesanal que le entregaba un acabado tornasol único, que variaba el color entre naranja, rojo y café dependiendo el ángulo del que se apreciara el modelo, sobre un diseño agresivo con enormes entradas de aire similares a agallas en la zona lateral, calaveras cromadas y luces frontales alargadas.
Al interior, la exclusividad era de primer nivel, con tapicería completamente en cuero bicolor de alta calidad que podía teñirse en la combinación solicitada por el propietario, con un volante de madera tallado a mano por un artesano y creado específicamente para acoplarse a las manos del conductor.
Mientras tanto en la parte mecánica era completamente un Lamborghini Diablo, portando el mismo motor V12 de 5.7 litros con 492 caballos de fuerza y 427 lb-pie de torque, que podían llevar al modelo de 0 a 100 en poco más de cuatro segundos, permitiéndole alcanzar velocidades máximas por encima de los 320 kilómetros por hora.
Lamentablemente las ventas no fueron buenas para el Lamborghini Coatl, del cual solo se lograron vender tres vehículos en el mercado antes de que en 1998 el Volkswagen Audi Group adquiriera completamente la marca Lamborghini, desconociendo el contrato previo firmado por Iacocca y Ferci y prohibiendo al empresario mexicano utilizar piezas Lamborghini posteriores a la adquisición de la empresa por parte del grupo alemán, lo que limitó las posibilidades a utilizar como base más moderna al Lamborghini Diablo.
Aun con esto el empresario mexicano no quita el dedo del renglón y ha lanzado algunos otros modelos al mercado y actualmente tiene un plan de trabajo en nuestro país con el plan de lanzar Lamborghini Motor Company, una “filial” de la firma italiana en Norteamérica que producirá vehículos eléctricos para el mercado latinoamericano.
En este sentido, Ferci es apoyado por la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Comercial, quien recientemente exhortó a Automobili Lamborghini y Volkswagen AG a “cesar inmediatamente en acciones u omisiones que turben los derechos exclusivos” que el empresario mexicano adquirió hace 16 años, tras las negativas del gigante europeo por reconocer dicha compra.
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