Cuatro médicos del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER), vestidos con un traje especial como si fueran astronautas, hacen este fin de semana una valoración médica a Sandra (nombre ficticio para cuidar su identidad) para descartar que no tenga coronavirus COVID-19.

La primera pregunta es: ¿antecedente de viaje al extranjero? Sandra responde que no y el ambiente se relaja. Luego preguntan por contactos de riesgo, síntomas, condición médica. Miden presión, temperatura. Revisan con estetoscopio los pulmones y concluyen que solo hay una gripa leve.

La consulta dura unos 10 minutos. Los medios del INER, uno de los hospitales públicos en la CDMX que hacen la prueba del coronavirus, emiten una receta con dos fármacos e indicaciones de cuatro días de reposo y observación, ante cualquier cambio acudir a la clínica que corresponde si se es derechohabiente o centro de salud.

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Si le hubieran hecho la prueba –que consiste en tomar una muestra de la mucosidad de nariz y garganta– Sandra tendría que irse a casa y esperar ahí, sin salir, 24 horas por los resultados que llegarían a su correo electrónico.

Pero Sandra puede irse a casa tranquila, después de tres horas de espera. Mientras extiende la receta y el pase de salida, la doctora al mando recibe la noticia de que se alterarán los turnos para atender a un chico que está en la sala con fiebre alta.

Antes de abandonar la zona de urgencias, el personal de recepción verifica la hoja de permiso de salida y los guardias piden colocar desinfectante suficiente en las manos y tener el tapabocas durante el traslado a casa.

La espera en el INER

En la sala de espera del INER las charlas son pocas y lo único que se escuchan son tos y estornudos. Lo que se ve son caras cubiertas con tapabocas y miradas de preocupación. Todos esperan saber si tienen coronavirus COVID-19.

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Es fin de semana en la sala de urgencias del Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias (INER). La mitad de las personas que esperan son extranjeros. La mayoría viene acompañado por familiares o amigos.

Los pacientes llegan al INER a solicitar la evaluación para descartar el coronavirus. Al principio el guardia de la entrada responde que ahí solo se atienden casos graves, que se debe ir a otro hospital, pero al agregar que hay sospechas de por medio y en riesgo de contagio, el acceso y la espera para la valoración se abren.

En la sala de urgencias hay dos cubículos donde médicos vestidos como astronautas hacen la valoración para determinar quién sí se somete a la prueba y quién no. El equipo de protección que portan y que los cubre de cabeza a pies, rostro incluido, contrasta con el de los policías que cuidan la sala, simple tapabocas azul.

“Estamos aquí 12 horas diarias y sí se ha incrementado el flujo de personas que vienen a pedir la prueba, desde el miércoles hay más gente… Casi siempre hay personas solo sentadas en las sillas, pero hay momentos donde hay gente de pie llenando toda la sala”, cuenta uno de los guardias a Animal Político.

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El guardia también confiesa que nadie les ha dicho qué medidas de seguridad deben tener, más allá del tapabocas, aunque están en un lugar de posible contagio. Los cuatro guardias que están en el área de urgencias del INER no son personal del Instituto, están contratados por una tercera empresa, a través de una práctica de outsourcing.

“Yo llego a casa y antes de entrar me lleno de gel antibacterial, en las manos, en la cara, después entro y voy directo a bañarme, pero eso lo hago porque me parece que es lo adecuado, en realidad nadie nos ha dicho qué debemos hacer”, señala el guardia.

El hombre cuenta que en efecto, la mitad de las personas a las que se les ha hecho valoración médica aquí en el INER son extranjeros. “Han venido de todo, de Argentina, de Francia, de España, de Estados Unidos, la mayoría son de esas personas que andan de viaje de un país a otro, turistas, algunos vienen con síntomas y otros no, solo por precaución”.

En la sala no parece haber nadie que tenga una condición grave. Algo de tos, flujo nasal, estornudos. Pese a traer el tapabocas, todos tosen y estornudan cubriéndose con el antebrazo, como han indicado muchas veces las autoridades de salud.

El cansancio y el hartazgo empiezan a hacer mella en casi todos después de las horas de espera para pasar a valoración.

La monotonía de la sala la rompe un joven que llega con una chica, luce mal, se desploma en una silla y se toma la cabeza con las manos, ella corre a conseguir un suero, le dice a un médico que su acompañante tiene más de 39 de temperatura, pero le dicen que espere.

Desde el miércoles pasado la rutina en el Instituto ha cambiado. Decenas de extranjeros y mexicanos han pasado por sus instalaciones para hacerse la prueba del COVID 19, muchos de ellos como Sandra han resultado negativos y se marchan a casa, para aquellos en los que se tiene duda la espera será de al menos 24 horas y en caso de dar positivo tendrán un aislamiento de 14 días. Así es la rutina en el INER con la pandemia del Coronavirus.

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