Nota del editor: Chelsea Clinton es la vicepresidenta de la Fundación Clinton y profesora en la Escuela Mailman de Salud Pública en la Universidad de Columbia. Completó su doctorado en Relaciones Internacionales en la Universidad de Oxford, examinando la primera década del Fondo Global para luchar contra el VIH/ SIDA, la tuberculosis y la malaria.
Devi Sridhar es profesora en la Facultad de Medicina de la Universidad de Edimburgo y tiene la cátedra de Salud Pública Mundial. Previamente fue profesora asociada en Política de Salud Mundial en la Universidad de Oxford. Es la coautora de “Governing Global Health: Who Runs the World and Why?”
Las opiniones expresadas en este artículo son propias de las autoras.
(CNN) — El coronavirus que emergió en Wuhan, China, el año pasado causa alarma en el mundo, y se teme que pueda llegar a convertirse en la próxima pandemia. A finales del mes pasado, la Organización Mundial de la Salud declaró que el virus, llamado COVID-19, constituye una “emergencia de salud mundial de preocupación internacional” y exhortó a una respuesta internacional inmediata.
Aconsejó a sus Estados miembro que confeccionen planes y procedimientos nacionales de preparación para identificar y responder a cualquier caso de COVID-19 que pudiera presentarse. La tasa de mortalidad de más de 2.700 personas excede por mucho el brote de SARS de hace casi 17 años atrás. Este brote es aterrador para decenas de millones de personas afectadas en Wuhan y en países en el mundo, y podría decirse que no podría llegar en un peor momento para los estadounidenses.
Hay un adagio famoso en salud pública: “los brotes son inevitables; las epidemias, no”.
Esto es porque los expertos en virología, genética, epidemiología, modelos matemáticos, ciencias políticas y antropología trabajan para responder preguntas cruciales como: ¿cuándo saltó el virus de los animales a los seres humanos, y desde qué especie? ¿Cuán generalizados están los casos, cuán infecciosa es la enfermedad y cuán letal es?
Los científicos también están llevando a cabo investigaciones clave para facilitar el desarrollo de la vacuna, diagnosticar casos más rápido y crear estrategias de contención en salud pública. Bajo el expresidente Barack Obama, se estableció una infraestructura para responder a los brotes de ébola y zika y garantizar que no se convirtieran en pandemias.
Infortunadamente, el presidente Donald Trump ha tomado medidas que muchos médicos y expertos concuerdan en que dejarán a EE.UU. menos preparado para responder al COVID-19. Eliminó la posición de Zar de Salud Mundial y repetidamente propuso recortes importantes a la financiación de la salud mundial, que afortunadamente no fueron aprobados en el Congreso.
Ha mostrado su antipatía en cuanto a ocuparse de emergencias de salud como esta. Más recientemente en su propuesta presupuestaria para el 2021 para el Departamento de Salud y Servicios Humanos, donde se recortan US$ 3.000 millones de los fondos de respuesta y preparación global.
Escribimos esto con larga experiencia en salud mundial tras haber revisado de cerca la prevención y respuesta a los brotes en nuestro libro: “Governing Global Health: Who Runs the World and Why?” (“Gobernar la salud mundial: ¿quién dirige el mundo y por qué?”)
Dos aspectos en particular nos preocupan sobre la respuesta o la falta de respuesta de la Casa Blanca. Tenemos un presidente desinteresado en lo que respecta a la salud mundial, ampliamente desdeñoso de los expertos y recientemente obsesionado y distraído por su juicio político.
Trump a menudo ha demostrado una profunda ignorancia y crueldad en materia de salud mundial. Durante el brote de ébola, cuando todavía era presentador de telerrealidad, dijo que EE.UU. no debería permitir que regresaran al país los ciudadanos y trabajadores sanitarios infectados por Ébola y dejarlos “sufrir las consecuencias”.
Incluso hasta difundió deliberadamente información errónea, diciendo que el ébola “se transmitía por toda África y rápido. Detengan los vuelos”, y “EE.UU. debe detener de inmediato todos los vuelos de los países infectados por ÉBOLA o la plaga comenzará a difundirse adentro de nuestras fronteras”. “¡Actúen rápido!”.
Lo dijo a pesar de que detener los vuelos traería potencialmente consecuencias perjudiciales como “obstaculizar la transmisión de la información, las cadenas de suministros médicos y sería perjudicial para las economías”, según el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
En 2014-2015 durante el brote de ébola, su aparente desdén se expresó largamente en Twitter. Ahora, además de compartir sus opiniones a menudo falsas en Twitter, afirmó a principios de este mes que el coronavirus se debilitaría con el clima más cálido a pesar de que nada respalda esa sugerencia.
El gobierno de Trump es crónicamente inepto, y está aparentemente desinteresado, en cualquier tipo de planeamiento a largo plazo, dadas las numerosas posiciones en el gobierno que permanecen vacantes al igual que la rotación constante de puestos ministeriales clave y de las decisiones ad-hoc basadas en conversaciones o videos de Fox News.
Esa postura, en colisión con prejuicios contra la ciencia y los expertos, corroe nuestra preparación ante una epidemia. La Universidad de Columbia incluso ha rastreado más de 400 casos de esfuerzos del gobierno de Trump para restringir o desestimar la investigación, la educación o el debate científico o la publicación y el uso de información científica desde 2016.
La disolución de toda la unidad de seguridad sanitaria global y la remoción del experto en seguridad sanitaria mundial Timothy Ziemer del Consejo de Seguridad Nacional, fue la medida final en un proceso para socavar una de las decisiones clave del gobierno de Obama sobre salud mundial.
La unidad monitoreaba epidemias y garantizaba la coordinación del planeamiento de salud pública dentro de la infraestructura de seguridad tradicional. La falta de una cadena de mando para responder a pandemias es exactamente lo contrario a lo que se necesita en un brote: gobernancia clara, pensamiento estratégico y planeamiento a futuro.
En una palabra, el gobierno de Trump, en su intento por recortar la financiación y rechazar soluciones probadas, no está lo suficientemente preparado para enfrentar una gran amenaza como el brote del nuevo coronavirus. Cuando el pueblo estadounidense se enfrenta a lo que la Organización Mundial de la Salud considera una emergencia de salud pública, necesitamos a un líder fuerte que entienda la importancia de la buena gobernancia, la experiencia y la diversidad de perspectivas para poder controlar los brotes.
Las próximas elecciones nos brindan la oportunidad de salvaguardar la salud de las personas tanto en EE.UU. como en el resto del mundo. Esperamos que los candidatos demócratas delineen qué harían para responder a la actual crisis del coronavirus y cómo prevendrían epidemias futuras invirtiendo en investigación, experiencia e infraestructura.
Traducción de Mariana Campos